Josechu Lalanda se hizo familiar a todos los españoles a partir de 1966 a fuerza de oír a Félix Rodríguez de la Fuente citar su nombre cada vez que interrumpía en TVE las imágenes con escenas de la fauna que emitía por la naciente televisión para decir “Y ahora vamos a ver en las maravillosas láminas del extraordinario dibujante Josechu Lalanda…”
Josechu Lalanda y Félix
Equipo que hizo con Félix R. de la Fuente la enciclopedia “Fauna”: De izq. a Dcha. Lalanda, Vallecillo, De Andrés, Delibes y Morillo. —-(Foto©: Benigno Varillas.)
El 29 de enero de 1980, semanas antes de la muerte de Félix, Lalanda le pidió que diera un discurso de presentación suya en la inauguración de una exposición de la obra de Lalanda en una galería de arte de Madrid. Hacía seis años que sus vidas profesionales se habían alejado, pero Félix respondió rápido y positivamente a la llamada de su viejo amigo.
Tenemos el honor de publicar en el blog de Altotero, en primicia, las palabras de Félix sobre Lalanda en aquel acto de 1980. Las retransmitimos al mismo tiempo que se dan a conocer en el homenaje a Josechu Lalanda organizado el 20 de enero de 2016 en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, cuya convocatoria reproducimos al lado. En él hemos contribuido al mismo leyendo el discurso de Felix de hace 36 años:
José Antonio Lalanda pintor de animales
“JOSÉ ANTONIO LALANDA es un pintor de animales. Es cierto que los críticos de arte y aficionados a la pintura en general conocen la especialidad del pintor LALANDA. Pero no por ello quiero dejar de enfatizar la frase con que comienzo estas líneas: Pintor de animales. Y hago hincapié en esta peculiaridad porque han existido, y existen, magníficos pintores. Hay, y ha habido, númerosos animalistas, pero contamos con muy pocos pintores de animales.
Trataré de explicarme. El artista que merece el título de pintor de animales ha de conocer en profundidad dos partes complejísimas: el arte pictórico y el arte del conocimiento del animal en su propio ambiente. Pienso, que en la actualidad, resulta más difícil la segunda de las actividades artísticas que la primera. Porque existen escuelas de dibujo y de pintura, pero, que yo sepa, en ninguna parte le enseñan a uno la manera adecuada de integrarse en la naturaleza para llegar a captar la auténtica dimensión del animal salvaje.
Si la crítica del arte resulta difícil y compleja en términos generales, la calificación de la pintura animalista requiere el conocimiento previo, por parte de quien la juzga, de las actitudes y las esencias de la fauna en su medio ambiente. Hace milenios que el hombre rompió el cordón umbilical que le unía a la madre naturaleza. Los pintores anima listas del Cuaternario que inmortalizaron en los techos y en las paredes de las cavernas magdalenienses las figuras de bisontes, caballos salvajes, renos, mamuts, rinocerontes lanudos, representaban algo que constituya la esencia de sus propias vidas. Eran artistas que nacieron y vivieron en el seno de una sociedad zoófila. El animal salvaje no sólo era la base misma de la supervivencia para aquellos pueblos cazadores, sino que simbolizaba la vida, las creencias religiosas, las estructuras filosóficas. Todo debía girar en torno a un universo zoomórfico en el que el hombre y el animal sólo estaban separados por tenues fronteras.
Hoy, los animales salvajes ocupan una dimensión. Los hombres, otra. La mayoría de los seres humanos no tienen oportunidad de contemplar la fauna más que a través de fotografías o películas. Su conocimiento se adquiere en los libros. El hombre moderno ya no está en la naturaleza.
Sólo unos pocos privilegiados han conservado “la memoria cinematográfica” y la “retina fotográfica” de la humanidad paleolítica. Estos hombres, si conocen y ejecutan a la perfección las reglas del arte pictórico, son los únicos posibles pintores de animales. Y este es el caso de JOSÉ ANTONIO LALANDA. Enamorado de la naturaleza, ha pasado y pasa la mayor parte de su vida en pleno campo. En su imaginación, en su memoria prodigiosa, en su sensibilidad de artista, el animal ha un ocupado siempre lugar preferente. Su preocupación creadora jamás se ha canalizado por otro cauce que no fuera el fotográfico. JOSÉ ANTONIO LALANDA es de los pocos pintores vivientes que han heredado las cualidades inimitables de los artistas magdalenienses”.
Firmado: Félix Rodríguez de la Fuente.
Tras el acto en la galería de arte en el que Félix hizo este discurso, Josechu le llevó a su domicilio madrileño en automóvil. Era invierno y había ya anochecido. Josechu observaba a su amigo inusualmente callado y triste. Cuando llegaron y paró el motor del vehículo para que se bajara, Félix se quedó extrañamente quieto en el asiento. Lalanda, sorprendido, le preguntó si se encontraba bien y que qué le pasaba. Inesperadamente, Félix le soltó, profundamente entristecido: “Me siento solo, Josechu. No tengo amigos. Estoy solo”. Tras decir esas palabras, salió del automóvil y su figura se fue perdiendo en la oscuridad de los soportales de la urbanización. Semanas después fallecía en Alaska. Así me lo contó Lalanda en 2007, cuando le entrevisté para que me hablara de su relación con Félix entre 1966 y 1980.
Hace cosa de un año, en 2015, llamé a Josechu por teléfono para decirle que quería hablar con él de nuevo, dado que estaba reescribiendo la biografía de Félix Rodríguez de la Fuente para una nueva edición, y quería que me volviera a dar detalles de sus recuerdos. Volvimos a hablar de la ultima vez que se vieron y tras repetirme la historia me hizo una confesión: “Te diré que yo me encuentro ahora igual de solo. Nadie me llama, ni me visita. Me siento abandonado por las muchas personas que se han hecho con mi obra”. Prometí llamarle de nuevo y pasarme de vez en cuando a charlar con él. Iba a hacerlo cuando me dieron la noticia de su fallecimiento. Cuánto perdemos dejando irse de nuestro lado a personas extraordinarias, sin disfrutarlas cuando hubo ocasión, pensando que estarán ahí siempre, dando erróneamente prioridad a lo urgente sobre lo importante… Nunca lo hagas.